Pensamiento y Verdad,
Ediciones «La Hispaniola», Ciudad Trujillo, 1957, 170 págs.
En este libro publica el filósofo dominicano Juan Francisco Sánchez el núcleo más importante de su pensamiento. Casi todas sus publicaciones anteriores han estado empeñadas en historiar corrientes filosóficas y modos de pensamientos de diversos personajes en el campo amplio y paradójico de la Filosofía. Historiador inteligente y sagaz ha sido en esas obras Juan Francisco Sánchez.
En esta obra, en cambio, se ofrece a sí mismo, ya que para nuestro autor el reino de la verdad es el que está en uno mismo. El «conócete a ti mismo» no sólo es la primera regla de la sabiduría, sino la regla que hace posible la verdadera revelación del yo, que para Juan Francisco Sánchez se presenta siempre variando de rumbo, como una veleta que a veces apunta hacia lo noble, lo altruista y otras, hacia las zonas más abisales del hombre.
El autor de Pensamiento y Verdad está convencido de que todo lo que diga el hombre sobre la experiencia de su propia vida, no escapará del puro campo de la psicología. La psicología, pues, está en la raíz de toda ciencia. El estudio de la realidad humana ha de comenzar preferentemente por la psique, ya que al través de ésta se «da toda realidad».
El obstáculo más grave para el conocimiento del hombre lo presenta «el limite o imposibilidad del conocimiento y la validez de las normas morales». El hombre se ha preguntado muchas veces, ¿qué cosa es la realidad humana?.
Muchas veces se ha resuelto y otras tantas ha surgido el problema; en nuestras manos tan sólo quedaba un puñado de ideas más o menos bien elaborado, nos dice Juan Francisco Sánchez.
Y aquí entran en juego estas dos categorías: pensamiento y verdad. Nada hacemos con pensamientos acerca de la realidad humana magníficamente trabajados si no penetran en la zona de lo verdadero. Por otra parte, la norma es inferior a la experiencia, y sólo esta última nos acerca a la realidad del yo. Para Juan Francisco Sánchez es preferible en el terreno espiritual –no en la ciencia o en la técnica– «la convicción de la propia experiencia» a la «simple obediencia». Para nuestro autor, el hombre en cuanto conocedor de su propia vida depende de sí mismo. Y es en la indagación de sí mismo donde comienza uno a sorprenderse real y verdaderamente. El autoanálisis realizado con absoluta honradez nos conducirá a conocer el yo. El autor para robustecer su tesis nos hace la siguiente observación: «si cuando nos sorprendemos deseando la mujer del prójimo, o la desaparición de un enemigo, o la posesión del dinero de otro, etc., vamos a retroceder espantados procurando «alejar» esas tentaciones, nunca llegaremos a conocernos» (pág. 13). E inmediatamente nos afirma lo que sigue: «El «yo» es todo eso: sensual, ladrón, cruel, codicioso, arbitrario, y también idealizador de estos sentimientos y de buenos pensamientos» (idem.).
Aquí voy a hacerle unas breves provisionales objeciones al autor. El hombre tiene muchas posibilidades para ser –para hacerse–, ya que «no es»; tiene múltiples «yos» posibles para elegir, es más, posee la capacidad de imaginar y crear su yo. El hombre auténtico elige y crea su yo. Esas «tentaciones» (sensual, codicioso, cruel, arbitrario) de ningún modo pueden ser mi yo. Mi yo es haber elegido ser honrado o ladrón y mantenerme –no obstante las vacilaciones– en esa dirección elegida y que mi voluntad de vivir va creando. He elegido ser santo, por ejemplo, e incurro en actos de sensualidad y codicia: como se ve, he caído en vida inauténtica, el «no-yo» se ha inscrito en la esfera de «mi yo».
El robo, la sensualidad, la codicia tienen sus formas sociales, su presencia social en «los otros» que están poniendo en peligro «la decisión» de mi yo, de mi proyecto de vida. A veces acepta uno ser sensual porque muchas manifestaciones verbales de sensualidad procedentes de nuestro medio social «nos impulsan» a realizar ciertas incursiones sensuales en contra del proyecto del yo y de su anhelo de vivir una vida fuera de las zonas de lujuria. Ahora bien, si uno es compañero de un libertino, insensiblemente se va inclinando al libertinaje. Pero eso es vivir vida inauténtica.
El yo es vocación y decisión. Las vacilaciones del yo cuando va a ejecutar «su proyecto» de vida señala que el yo puede ser invadido por «lo otro», entonces está alterado y enajenado. Esto es: el yo está inmerso en el mundo de lo inautéritico.
El capítulo II, bajo el titulo El proceso de desarrollo del pensamiento inteligente, es de gran interés y penetración. Aquí, con gran eficacia expositiva, nos explica el autor –valiéndose de los resultados de la psicología de laboratorio– como va robusteciéndose el pensamiento inteligente en las diferentes etapas del desarrollo biológico. Oportunamente, al introducir ese capítulo, el autor apunta la diferencia que existe entre el pensamiento «inteligente» y la «Inteligencia».
El capítulo II, El proceso del pensamiento «inteligente» y la verdadera inteligencia es, a mi entender, el más valioso desde el punto de vista teorético. El deslinde que Juan Francisco Sánchez hace del pensamiento llamado «inteligente» y de la Inteligencia en Acto y del mensaje sobre el conocimiento de sí mismo por la «alerta pasividad», están invitando a comentarios extensisimos que nuestra falta de espacio no permite.
La cuarta parte del libro –Si miente de vigilia– es el resultado de la diaria anotación de los estados del yo del filósofo. En este capítulo ha puesto en práctica el método de la «alerta pasividad para realizar el conocimiento de sí mismo. Sin embargo, no se ha limitado a la forma confesional en la realización de este capítulo.
La obra Pensamiento y Verdad ha de mover –por su importancia e interés– a comentarios apasionados y fecundos dentro del área hispánica de la Filosofía. El esfuerzo de su autor lo merece.
Antonio Fernández Spencer.